Para vivir los valores, lo primero es estar consciente de que son vitales, y que son lo que puede cambiar verdaderamente a una persona, una familia o una nación.
Una sociedad basada en individuos con valores es la llave para una convivencia más sana. Las leyes civiles no son suficientes. En ellas se establece solo lo elemental para asegurar una convivencia medianamente decente, sin embargo no es suficiente con solo «cumplir la ley».
Nuestra educación deberá promover prioritariamente:
•Amor en un mundo egoísta e indiferente.
•Justicia, frente a tantas formas de injusticia y exclusión.
•Paz en oposición a la violencia.
•Honestidad, frente a la corrupción.
•Solidaridad en oposición al individualismo y a la competencia.
•Sobriedad, en oposición a una sociedad basada en el consumismo
A pesar de que nuestros reglamentos están basados en el bienestar colectivo, a través de la historia no hemos hecho hincapié en lo que realmente importa.
El Papa Juan Pablo II en su Mensaje a la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán dijo: “Los estudiantes, a lo largo de su formación, tienen que dejar entrar en sus vidas la realidad perturbadora de este mundo, de tal manera que aprendan a sentirlo, a pensarlo críticamente, a responder a sus sufrimientos y a comprometerse con él en forma constructiva”.
Debemos esforzarnos para que en vez de que no crucemos en rojo para no matarnos o para evitar que se nos sea impuesta una multa, pensemos en el prójimo; en aquel o aquellos individuos que podrían ser parte de dicha tragedia y el dolor que tal acción nos traería a todos.